viernes, 2 de agosto de 2013

Presentación

Sin que me dicte la vanidad, que en mi caso de modesto escritor sería seguramente injustificada, me siento tentado a compartir criterios con mis potenciales lectores, estimulado por la posibilidad de un auditorio mayor al que estoy acostumbrado, y por tanto un escenario donde las opciones de diálogo se multiplicarían.
Consciente de que además de un privilegio significa una responsabilidad, asumo el riesgo con el compromiso de participar con sinceridad en el debate de los tantos temas que preocupan al cubano de hoy y a los que motivan, claro está, a este humilde mortal que les escribe. Y lo haré desde una ventana que nadie me impuso, sino que he colocado en la posición más justa: en medio de la vida. Desde ella quiero mirar al pasado, al presente y al futuro, pero convencido de que soy uno de tantos y que solo se ve con el corazón, con sus cicatrices y destellos.
Todos los días me convenzo de que la época que nos ha tocado vivir será decisiva para la Historia de Cuba y que dejar testimonio de ella, más que un asunto emotivo y personal, puede significar una manera de apostar por su destino.
A tanto me atrevo porque a ese destino seguimos atados.
Con amor de hijo escribo, no se cuan útil, pero fiel hasta la última línea.

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