martes, 18 de febrero de 2014

Conducta: lecciones y un poco de fe






Conducta: lecciones y un poco de fe





Desde Suite Habana, la maravillosa película de Fernando Pérez, no había experimentado las emociones que ahora me produjo el filme Conducta, de Ernesto Daranas. Luego de los comentarios de Enrique Colina, Pineda Barnet y Rolando Pérez Betancourt, poco puede aportar este humilde espectador al juicio crítico especializado de esta singular obra cinematográfica y no me corresponde expresarme  en esos términos. Pero escribo desde la pasión, un sentimiento que ha reunido esta vez, casi de forma unánime, a la crítica y al público cubanos. Pasión por el cine y por mi país.


En uno y otro caso, me siento recompensado. Por el cine cubano, que retoma su calidad y aliento de la mano de nuevas hornadas de realizadores y desde una cinta crítica y auténtica, revela la complejidad de nuestro entramado social.


Y por mi país, que  abre sus cajas negras y saca a la luz debilidades y flaquezas, evidencias de grises años de ceguera, mirada oblicua, tangencial; inercia, para que tras ese ejercicio valiente de autoconciencia y determinación, nos pongamos a trabajar. Porque a pesar del dolor, de las lágrimas, esta película insufla esperanzas.


No sorprende lo que cuenta Daranas. Para los cubanos estas realidades no son excepcionales, las confrontamos casi todos los días y hay tantas historias parecidas que los personajes nos parecen familiares, conocidos. Y tanto burocratismo y tanta superficialidad dañina y tanta doblez. Y tanto por hacer, que no depende de eliminar largos bloqueos genocidas sino de cambiar todo lo que precisa ser cambiado, liderado por la voluntad y la experiencia populares, potencialidades que pujan cada día más por ganar oportunidad de decisión en aquello que le concierne.


Y creo que nada es más convincente que la vida de esta maestra ejemplar para  determinar la envergadura de la batalla que nos aguarda. No será sin dolor, ni será fácil; no habrá manuales ni guiones rígidos, pero habremos de atender a las esencias. 


Que Martí dijo , hace más de cien años, que educar es preparar al hombre para la vida y nos cuenta aún aprender la lección, aunque las circunstancias nos estén remitiendo al Maestro todo el tiempo. Que sirva el drama de esta  educadora con alma de Quijote para advertir los molinos y las fuerzas oscuras que los mueven contra todo progreso, contra toda prosperidad.

Y que nos contagie su fe, su perseverancia. Porque necesitamos muchas Carmelas, es cierto, pero están entre nosotros, las tenemos. ¿No les parece?